“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos” Quijote de la Mancha
Históricamente, las terapias de conversión han empleado una variedad de técnicas, incluyendo la psicoterapia, la intervención espiritual, la hipnosis, y en casos extremos, métodos más invasivos y dañinos como la terapia de aversión o la terapia electroconvulsiva. Los defensores de estas prácticas a menudo las presentan como una forma de "ayuda" para personas en conflicto con su orientación sexual o identidad de género debido a creencias religiosas, presiones sociales o personales.
Sin embargo, las terapias de conversión han sido ampliamente desacreditadas y condenadas por organizaciones médicas y psicológicas líderes a nivel mundial, como la Asociación Americana de Psicología, la Organización Mundial de la Salud y la Asociación Americana de Psiquiatría. Estas entidades sostienen que la orientación sexual y la identidad de género son aspectos normales de la diversidad humana y no deben ni pueden ser "curados" o cambiados. Además, se ha demostrado que estas terapias conllevan un alto riesgo de causar daños psicológicos graves, incluyendo depresión, ansiedad, baja autoestima, internalización de la homofobia y, en casos extremos, ideas o intentos de suicidio.
La semana entrante entrará a debate en San Lázaro un dictamen relativo a las terapias de conversión, tema de por sí complejo. Por ello, a través de este espacio presento estas lineas que buscan mantener una conversación informada y respetuosa que dirijo a profesionales de la salud y padres, los cuales se verían directamente afectados por la legislación propuesta sobre las terapias de conversión. Utilizo un tono tanto informativo como solidario, reconociendo las complejidades de su rol y las preocupaciones que puedan tener sobre la legislación propuesta.
Estimados profesionales de la salud y padres de familia, la reciente legislación propuesta en el Congreso Mexicano en torno a las terapias de conversión ha suscitado un debate vital que toca las fibras más sensibles de nuestro tejido social y profesional. Soy consciente como padre y profesional de la salud de la dedicación y el cuidado que implica la responsabilidad que asumimos en ambos roles.
Reconozco la dignidad intrínseca de cada individuo y reafirmo mi compromiso con la integridad y el bienestar de todos, sin excepción. Es nuestro deber colectivo garantizar que la autonomía personal y la seguridad sean inalienables en nuestra sociedad.
La condena internacional hacia las prácticas que buscan alterar la orientación sexual o la identidad de género a través de la coerción es inequívoca. Estas prácticas han sido desacreditadas no sólo por su ineficacia sino por los daños psicológicos profundos que pueden causar. Desde mi perspectiva, la violencia y la discriminación no tienen cabida en el tratamiento o la educación.
No obstante, comparto las preocupaciones sobre la posible interpretación excesivamente amplia de la propuesta legislativa a debate. Ratifico que la vocación que guía a los profesionales de la salud es la de asistir y sanar, y que la guía parental es fundamental en el desarrollo integral de los hijos.
La legislación debe diferenciar claramente entre prácticas coercitivas y abusivas, y la legítima y necesaria asistencia profesional y orientación parental. Debemos evitar la criminalización de los profesionales de la salud que, con ética y respeto a la voluntad del paciente, ofrecen su apoyo a aquellos que libremente buscan comprensión y ayuda.
Asimismo, debemos salvaguardar el derecho de los padres a participar activamente en la educación y formación de sus hijos, un pilar en el desarrollo de su identidad y autonomía.
La ambigüedad en la redacción de la ley propuesta en el dictamen no debe abrir la puerta a interpretaciones que puedan restringir injustamente estos roles. Abogaré por una legislación que refleje la complejidad de estas cuestiones y que proteja, sin lugar a dudas, contra la violencia y la discriminación, mientras respeta la necesidad de apoyo profesional y la guía parental.
Como diputado federal, continuó comprometido con la promoción de un diálogo inclusivo y constructivo, en busca de soluciones legislativas que respeten los derechos fundamentales y reflejen el cuidado y la empatía que caracterizan nuestra labor en la salud y en la familia.
Por último, debo ser enfático en mi posición de equilibrar la necesidad de proteger contra prácticas dañinas con el reconocimiento del valor del apoyo profesional y la orientación parental, subrayando la importancia de una legislación precisa y justa. Les mantendré informados.
Desde el “Espacio Xóchitl” digo: “Lucharé incansablemente por la salud de México”