“La preocupación nacional que no se puede ocultar” Consulta Mitofsky
En la más reciente entrega de Consulta Mitofsky, la presidenta Claudia Sheinbaum aparece con una aprobación histórica del 69.8% al cierre de su segundo trimestre de gobierno, superando incluso a sus antecesores inmediatos. Sin embargo, detrás de estos números positivos, emerge un dato que debería encender todas las alarmas: la salud se ha colocado como la segunda mayor preocupación de los mexicanos, solo por debajo de la inseguridad, algo que no ocurría desde los días más álgidos de la pandemia de COVID-19.
Un cambio inédito en la agenda pública. La historia reciente de México muestra que, fuera de la emergencia sanitaria global, la salud rara vez figuraba entre los tres primeros lugares de preocupación ciudadana. La economía, la corrupción y, sobre todo, la inseguridad, dominaban los sondeos. Hoy, la salud irrumpe en el segundo sitio, reflejando un malestar social profundo y generalizado.
La encuesta de Mitofsky de marzo de 2025 es contundente: el 52% de los mexicanos considera que los servicios de salud han empeorado, mientras que solo el 25.6% percibe mejoras. Este deterioro en la percepción pública no es casualidad ni producto de una campaña mediática. Es la consecuencia directa de un tsunami de desatención al sector salud, gestado durante el sexenio anterior y cuyas olas siguen golpeando con fuerza a la administración actual.
El legado de López Obrador: subejercicio y desabasto. La raíz de esta crisis está en el modelo de gestión y financiamiento heredado por el presidente López Obrador. A pesar de los discursos sobre un sistema de salud “como el de Dinamarca”, la realidad es que los recursos aprobados para el sector no se han traducido en servicios efectivos ni en abasto de medicamentos. Los datos oficiales de la Secretaría de Hacienda, en sus estadísticas oportunas de finanzas públicas, son demoledores.
Para el ejercicio 2024, el IMSS-Bienestar contaba con un presupuesto modificado de 192,900.5 millones de pesos, de los cuales solo se ejercieron 91,531.5 millones. Es decir, se dejaron de ejercer 101,369 millones de pesos, más de la mitad del presupuesto disponible. En el caso de la Secretaría de Salud, de un presupuesto modificado de 72,346 millones, solo se pagaron 65,597.2 millones, dejando sin ejercer 6,748.8 millones de pesos.
Este subejercicio en instituciones que atienden a más de 77 millones de mexicanos sin seguridad social, vulnerables, pobres y con una gran carga de enfermedades crónico degenerativas, representa hospitales sin médicos, quirófanos sin material, pacientes sin insumos, y familias obligadas a comprar de su bolsillo lo que el Estado debería garantizar. Es la explicación de fondo para el crecimiento de la preocupación social por la salud, que ya se refleja de forma clara en las encuestas nacionales.
El problema se agrava con el desabasto de medicamentos, resultado de licitaciones fallidas y de una política de compras centralizadas que nunca logró estabilizar el suministro. Miles de pacientes, especialmente los más vulnerables, han visto interrumpidos sus tratamientos, desde enfermedades crónicas hasta cáncer infantil. La indignación ciudadana es comprensible: el dinero estaba aprobado, pero no llegó a quienes más lo necesitaban.
El informe de Hacienda confirma que, en 2024, el sector salud federal (Ramo 12) dejó un remanente no ejercido de más de 6,738 millones de pesos. ¿Cuántas vacunas se dejaron de comprar, cuántos laboratorios para vigilancia epidemiológica se dejaron de equipar, cuántos insumos para combatir el dengue no llegaron a las zonas endémicas, en fin, cuántas vidas se perdieron por esta omisión?
El espejismo del presupuesto récord. Es cierto que el presupuesto federal para salud en 2024 fue el más alto de la historia, con 962 mil millones de pesos aprobados. Sin embargo, la realidad es que el gasto efectivo por persona apenas creció y, cuando se descuentan las transferencias y los subejercicios, el impacto real es mucho menor al anunciado. Más recursos en papel, pero menos servicios en la vida real.
Además, la reasignación de fondos y la centralización en IMSS-Bienestar no han frenado el deterioro en el acceso a la salud. El gasto en remuneraciones del personal absorbe el 40% de los recursos, mientras que la inversión en infraestructura, aunque ha crecido, no compensa la falta de insumos y medicamentos. El resultado: hospitales (muy escasos) con obras nuevas pero sin lo básico para operar.
La percepción ciudadana: un reto para la gobernabilidad. La presidenta Sheinbaum enfrenta un escenario paradójico. Por un lado, su nivel de aprobación es inédito para un segundo trimestre de gobierno; por otro, la percepción negativa sobre los servicios de salud es dominante y creciente. El 63.3% de los mexicanos cree que el país va por el rumbo correcto, pero la salud ya es el segundo tema que más les preocupa y de las dieciocho áreas encuestadas con la pregunta "Qué tanto cree que hará durante su administración para...? Mejorar la Salud ocupa el último lugar.
Esta contradicción es insostenible a mediano plazo. No se puede mantener la confianza ciudadana si el sistema de salud sigue deteriorándose y si los recursos aprobados no se traducen en atención efectiva. La experiencia internacional muestra que la legitimidad de los gobiernos se erosiona rápidamente cuando fallan en garantizar lo más básico: la salud y la vida de sus ciudadanos.
¿Qué sigue? Exigir cuentas y corregir el rumbo. El diagnóstico es claro: el tsunami de la desatención en salud, gestado en el sexenio anterior, ha alcanzado su punto crítico. El subejercicio presupuestal, el desabasto de medicamentos y la falta de personal e insumos son los eslabones de una cadena que está ahogando al sistema público de salud y minando la confianza social.
Corresponde al Congreso y a la sociedad exigir cuentas claras y acciones inmediatas. No basta con anunciar presupuestos históricos: hay que ejercerlos de manera eficiente y transparente. Es urgente corregir el rumbo, garantizar el abasto de medicamentos, fortalecer la infraestructura y, sobre todo, recuperar la confianza de los mexicanos en su sistema de salud. La salud no puede esperar. El tsunami ya está aquí y amenaza con arrasar lo que queda de nuestro sistema público si no actuamos de inmediato.