Ojo con la Tuberculosis

Una “enfermedad del pasado” que hoy se mezcla con VIH, pobreza y debilidad del primer nivel de atención.

"Los ojos no ven lo que la cabeza no piensa”

La tuberculosis (TB) no es tema del pasado ni curiosidad de los libros de medicina. Es una enfermedad citada desde la Biblia a través de la palabra hebrea "schachepheth" en los libros Levítico y Deuteronomio, que en pleno 2025, sigue cobrándose vidas, agravando la pobreza y poniendo a prueba la solidez de nuestros sistemas de salud. Mientras muchos la imaginan erradicada, la realidad es otra: la tuberculosis sigue entre nosotros, especialmente donde hay hacinamiento, pobreza, VIH, diabetes y servicios de salud frágiles causando la muerte 1.3 millones de personas, con 160 mil de ellas que vivian con VIH, colocándola como el principal asesino infeccioso del planeta, por encima de otras enfermedades que reciben mucha más atención mediática.

En México, los datos del Boletín Epidemiológico Nacional correspondientes a la semana 45 son un llamado de alerta. Hasta este corte se habían notificado 18 953 casos de tuberculosis respiratoria, cifra ligeramente superior a los 18 688 registrados en el mismo periodo de 2024. A ello se suman 537 casos de meningitis tuberculosa y 3 929 de otras formas extrapulmonares. En Guanajuato, en 2024 se notificaron 259 casos de tuberculosis respiratoria y en 2025 ya se registran 325 (25% más); de meningitis tuberculosa hubo 12 casos en 2024 y ahora son 21 (75% más); mientras que, en otras formas extrapulmonares, se pasó de 130 casos en 2024 a 147 en 2025 (13% más).

En paralelo, en ese mismo boletín se reportan 15 891 casos de infección por VIH en 2025 cifra también superior en 2.6% a la del año previo. En Guanajuato se reportan 608 casos. Son dos curvas epidemiológicas que se cruzan y se potencian: donde hay VIH mal controlado, la tuberculosis encuentra un terreno fértil.

La sinergia entre TB y VIH/SIDA es devastadora. El virus debilita el sistema inmune y la bacteria de la tuberculosis aprovecha esa brecha. A nivel mundial, una parte importante de las muertes adjudicadas al VIH se deben, en realidad, a tuberculosis. Si a esto añadimos otros factores de riesgo —desnutrición, diabetes, consumo nocivo de alcohol y tabaco— entendemos por qué la OMS estima que alrededor de 30% de los casos incidentes de TB se vinculan con apenas cinco determinantes de salud.

A pesar de ser prevenible y curable, la tuberculosis sigue escapando de nuestros radares. El propio documento de la OMS sobre tuberculosis y atención primaria recuerda que cerca de tres millones de personas con TB cada año no son diagnosticadas o no se notifican al sistema de salud: son los “casos perdidos”. Muchas de esas personas acuden varias veces al primer nivel de atención con tos, pérdida de peso o cansancio, pero nadie piensa en tuberculosis, nadie pide una baciloscopía, una prueba molecular o una radiografía. Como suelo repetir: los ojos no ven lo que la cabeza no piensa.

Por eso la atención primaria a la salud y el primer nivel de atención son decisivos. No basta con tener hospitales como el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias si en el consultorio de la colonia o de la comunidad nadie se pregunta “¿podría ser tuberculosis?”. El enfoque de atención primaria que impulsa la OMS es claro: servicios integrados, cercanos a la gente, que combinen prevención, diagnóstico temprano, tratamiento, apoyo social y protección financiera. La tuberculosis, lejos de ser un programa vertical aislado, debería ser una especie de “termómetro” de qué tan bien funciona nuestro primer nivel de atención.

¿Qué implica esto en la práctica? Implica capacitación continua de médicos y enfermeras para mantener la “sospecha clínica viva”; búsqueda sistemática de casos en personas con tos por más de dos semanas, con VIH, diabetes, en personas privadas de la libertad o en situación de calle; estudios de contactos en cada caso confirmado; y facilitar el acceso a pruebas moleculares rápidas que hoy son la norma internacional. También implica entender que el tratamiento no es solo dar pastillas: es acompañar, escuchar y sostener económicamente a familias que, de otro modo, pagan costos “catastróficos” por buscar atención.

La buena noticia es que hoy tenemos mejores herramientas que nunca. Para la tuberculosis susceptible a fármacos mantenemos esquemas estándar de seis meses, pero ya existen regímenes más cortos y completamente orales para formas resistentes, respaldados por la OMS y nuevas evidencias clínicas. Esto abre la puerta a tratamientos más personalizados: ajustados al patrón de resistencia, a la situación clínica y social de cada persona, con un enfoque verdaderamente centrado en el paciente y su familia.

Estimados lectores, no dejemos de pensar en la tuberculosis, pues ella no dejará de pensar en nosotros. Y en salud pública, lo peor que podemos hacer con una vieja amenaza, es dejar de verla.

Dr. Éctor Jaime Ramírez Barba November 22, 2025
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