"De la Receta Médica a la Receta Social"
Cuando pensamos en salud, solemos imaginar quirófanos, recetas y hospitales. Pero la evidencia más sólida de los últimos años nos recuerda algo esencial: la salud de una persona no depende sólo de consultas y medicamentos, sino de su vida cotidiana—vivienda, empleo, redes de apoyo, cultura y entorno.
En Inglaterra, a esa mirada integral le llaman social prescribing o “prescripción social”: conectar desde la atención primaria a las y los pacientes con servicios no clínicos en su comunidad (actividad física, cultura, voluntariado, asesoría de empleo y vivienda, acompañamiento, entre otros) para mejorar bienestar y reducir consultas que en realidad son sociales más que médicas.
La escala ya es mayúscula. Un análisis nacional en The Lancet Public Health de Feifei Bu y colaboradores, estimó que, al cierre de 2023, 9.4 millones de consultas en Inglaterra involucraron códigos de prescripción social y 5.5 millones derivaron en referencias formales; tan solo en 2023, 1.3 millones de pacientes fueron canalizados. Además, la proporción de personas de zonas más desfavorecidas creció de 23% a 42% entre 2017 y 2023, y la negativa a participar bajó de 22% a 12% entre 2019 y 2023—señales de aceptación y, a la vez, de retos de equidad que persisten.
¿Cómo lo hicieron? La palanca fue la atención primaria: desde 2019 la prescripción social quedó inscrita en el NHS Long Term Plan; en 2022 se mandató que cada red de medicina familiar la ofreciera; y el plan de fuerza laboral de 2023 proyecta financiar 9 000 link workers (navegadores comunitarios) hacia 2036–37. Aunque la expansión no ha sido homogénea, la trayectoria y los aprendizajes son claros: integrar lo social a lo sanitario desde el primer nivel de atención.
México ya escribió el “qué”; falta ejecutar el “cómo”. El Modelo de Atención a la Salud para el Bienestar (MAS-Bienestar) declara, con acierto, que debemos superar un sistema limitado a la provisión de servicios individuales y abrazar la Atención Primaria de Salud (APS) para garantizar acceso universal efectivo. El propio acuerdo publicado en el DOF el 25 de octubre de 2022, subraya tres pilares: 1) Servicios integrados con énfasis en APS y funciones esenciales de salud pública; 2) Política y acción multisectorial para actuar sobre determinantes sociales, comerciales, culturales, económicos y ambientales; y 3) Personas y comunidades empoderadas.
En su arquitectura operativa, el MAS-Bienestar propone Distritos de Salud para el Bienestar (DSB), un Servicio Nacional de Salud Pública (SNSP) y Redes Integradas de Servicios de Salud (RISS); es decir, una rectoría pública que articule acciones poblacionales e individuales—promoción, prevención, diagnóstico, tratamiento, rehabilitación y paliación—y que intervenga de raíz sobre los determinantes sociales. Es exactamente el terreno fértil para una “prescripción social a la mexicana” desde todas las instituciones proveedoras de atención médica, públicas, privadas y de asistencia social.
¿Qué podemos aprender y adaptar?: 1) Del consultorio al territorio. En vez de resolver en soledad desde la consulta, estandaricemos un proceso de derivación social desde el primer nivel hacia activos comunitarios (IMSS-Bienestar, gobiernos municipales, organismos de la sociedad civil -OSC-, cultura, deporte, empleo, vivienda). El precedente inglés muestra que una quinta parte de las consultas de primaria aluden a necesidades no médicas—si las redirigimos efectivamente, despresurizamos clínicas y mejoramos resultados.
2) Perfil clave: “Navegadores de bienestar”. Los link workers británicos construyen con la persona un plan personalizado y acompañan su ruta. México puede formar gestores comunitarios anclados en los centros coordinadores, con metas de cobertura efectiva y de reducción de reconsultas evitables.
3) Indicadores que sí importan. El MAS-Bienestar ya plantea evaluación; aprovechemos para medir: a) proporción de consultas derivadas a soluciones sociales; b) tiempos de acceso a apoyos (empleo, vivienda, cuidados); c) reducción de consultas repetidas por problemas no clínicos; d) mejora del bienestar percibido; e) equidad territorial por carencia social. El caso inglés documenta avances en cobertura en áreas más desfavorecidas y disminución de negativas; fijemos metas análogas y auditemos trimestralmente.
4) Multisectorialidad con dientes. El segundo pilar del modelo exige salud en todas las políticas. Cada derivación social necesita puertas realmente abiertas: ventanillas únicas municipales, convenios con secretarías de trabajo, cultura y deporte, y reglas de operación que prioricen a pacientes referidos desde salud.
5) Tecnología con sentido. El Sistema Nacional de Inteligencia en Salud y las RISS deben registrar los flujos de derivaciones sociales con identificadores únicos y tableros abiertos— no para vigilar, sino para coordinar, aprender y corregir en tiempo real.
Un cambio cultural: de “curar” a “cuidar” La prescripción social no sustituye a la medicina: la complementa y la hace más humana. El estudio inglés revela alta aceptabilidad y expansión rápida, pero también brechas por edad, sexo y región; por eso, la clave es diseñar la equidad desde el inicio—con enfoque intercultural, participación comunitaria y priorización territorial.