"Un futuro más liviano es posible, pero debe construirse Hoy"
En México, la epidemia de obesidad no solo se refleja en la báscula: también late en corazones sobrecargados, en arterias colapsadas y en hospitales saturados por enfermedades prevenibles. La reciente publicación del World Heart Report 2025, coordinado por la Federación Mundial del Corazón y con participación de científicos como el guanajuatense Dr. Francisco López-Jiménez, nos coloca frente al espejo de una realidad ineludible: el peso corporal excesivo está matando lentamente a millones de personas.
El informe revela que, en 2022, 878 millones de adultos vivían con obesidad a nivel global —una cifra que se ha cuadruplicado desde 1990— y, si no se revierte esta tendencia, para 2050 dos de cada tres adultos podrían vivir con sobrepeso u obesidad. Lo más alarmante es que la obesidad ya es responsable de 1.9 millones de muertes cardiovasculares al año, el doble de lo registrado hace tres décadas.
Nuestro país no es ajeno a este fenómeno. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), más del 75 % de la población adulta en México tiene sobrepeso u obesidad, y uno de cada tres niños entre 5 y 11 años ya presenta exceso de peso. Esto coloca a México entre los países con mayores tasas de obesidad infantil y adulta en el mundo. La consecuencia directa: las enfermedades cardiovasculares son hoy la primera causa de muerte en el país. Se estima que los costos directos e indirectos de la obesidad representan hasta el 2.5 % del PIB nacional, lo que equivale a más de 600 mil millones de pesos anuales, si se consideran los gastos en atención médica, incapacidades y pérdida de productividad.
En Guanajuato, la doble pandemia —obesidad y enfermedad cardiovascular— según los
informes de ENSANUT 2023, se presenta de la siguiente manera en adultos de 20 años y
más: obesidad, 40 %; sobrepeso, 35.5 %. La prevalencia de enfermedad cardiovascular en
adultos de 60 años y más fue de 10.3 %. De mantenerse esta tendencia, para 2030 la obesidad
podría alcanzar entre 50 % y 53 %, es decir, uno de cada dos adultos estaría en condición de
obesidad. La enfermedad cardiovascular, por su parte, alcanzaría una prevalencia de entre 20
% y 22 %, lo que implica que una de cada cinco personas mayores de 60 años enfrentaría
consecuencias graves para su salud y para el sistema de atención.
En menores de cinco años, la ENSANUT 2023 reportó una prevalencia de sobrepeso y
obesidad del 8.1 %; en escolares (5 a 11 años), del 33.1 %; y en adolescentes, del 35.9 %.
Esta tendencia es claramente ascendente. Lo mismo ocurre en adultos con enfermedades
crónicas como hipertensión arterial (36–39 %), diabetes mellitus (13.4 %) y dislipidemias.
El World Heart Report 2025 insiste en un mensaje clave: la obesidad no debe tratarse como una “decisión de estilo de vida”, sino como una condición multifactorial con raíces profundas en determinantes sociales, comerciales, ambientales y biológicos. La atención debe centrarse en la persona, no en el peso; en la causa estructural, no en el juicio moral.
Es momento de aligerar las estadísticas... empezando por el peso de la indiferencia política.
Los legisladores, tanto locales como federales, debemos integrar en la legislación medidas
que aborden la obesidad desde la infancia hasta la edad adulta, con un enfoque multisectorial.
Debemos reformar la política fiscal en relación con los productos ultraprocesados. No basta
con etiquetar: se requiere revisar subsidios, limitar la publicidad y mejorar la composición
de los alimentos, al tiempo que se fomenta la agricultura local y sostenible.
Los ayuntamientos deben realizar inversiones obligatorias en entornos saludables, como infraestructura urbana para caminar, andar en bicicleta y asegurar el acceso a alimentos saludables. Las instituciones de salud deben fortalecer el primer nivel de atención con capacidad para el diagnóstico temprano, la consejería nutricional, la psicología comunitaria y el acceso a medicamentos contra la obesidad que disminuyan el apetito, retarden el vaciamiento gástrico y aumenten la sensación de saciedad, logrando una reducción significativa del peso corporal.
Las instituciones educativas, por su parte, deben implementar programas escolares obligatorios de salud y nutrición, con desayunos saludables y actividad física diaria. Educar desde la infancia es vital para romper con la herencia intergeneracional del sobrepeso. Por último, el INEGI —que sustituirá al CONEVAL— deberá incorporar métricas específicas sobre obesidad y enfermedades cardiovasculares, con el fin de evaluar con rigor el impacto social de estas condiciones y orientar de mejor manera las transferencias sociales.
Si no actuamos ahora, las proyecciones del World Heart Report 2025 y de la ENSANUT Guanajuato dejarán de ser advertencias para convertirse en una dolorosa realidad. Para muchos. Para todos.